Sí, el título suena a contradicción: cómo un vehículo puede ser considerado refinado y a la vez salvaje, pero es lo que Jeep logró con esta cuarta generación del Wrangler, que continúa el legado de aquel Willys de 1945 que dio origen a la marca y que siempre está identificada con la aventura.
Lo probamos en la pista del Off Road Park (ubicado en la Ruta 11, kilómetro 407 entre Cariló y Villa Gesell) donde la firma estadounidense invita a realizar un test drive de su gama de productos y en este breve contacto veremos cómo lo lograron:
Diseño:
Inconfundiblemente Jeep: todas las señas de identidad se mantienen inalteradas, las siete barras de la parrilla, los faros redondos, los grandes pasarruedas, las trabas del capot, los trazos rectos de su carrocería o las bisagras de las puertas sin ocultar. A primera vista no pareciera una nueva generación, pero los cambios también están ahí y reflejan justamente ese mayor grado de sofisticación.
Quizás el más llamativo y fácil de identificar son los faros de Led, con una firma circular para las DRL y el proyector rectangular en el centro, tal como podemos encontrar en el Renegade MY19 por ejemplo. Observándolo más en detalle se destaca el nuevo diseño del paragolpes, más prominente aunque deja los faros antiniebla algo expuestos, las luces de giro ahora ubicadas sobre los pasarruedas, el nuevo diseño de las llantas –que hasta tienen la silueta de un Wrangler grabadas- y el parabrisas, que sigue siendo rebatible, pero posee una mayor inclinación, mejorando levemente su aerodinámica.
Interior:
Es aquí donde más se nota la diferencia con respecto a sus antecesores. La protagonista del tablero es la pantalla táctil de 8,5” del sistema multimedia Uconnect. Por debajo, los mandos del climatizador, toma USB y 12V y las diversas funciones del sistema de tracción. También llama la atención el aplique de la plancha frontal en color carrocería y como toque de refinamiento, los bordes en símil aluminio de las salidas de aire.
El instrumental, por su parte, fue reformulado por completo y cuenta con dos esferas grandes para el velocímetro y tacómetro –este a su vez acompañado por un pequeño display que muestra la posición de la palanca de la caja de transferencia- junto con un generoso display central a color que brinda diferentes informaciones y parámetros del vehículo, como la presión de los neumáticos, temperatura del refrigerante, nivel de combustible y hasta brújula.
Mención aparte para los cuidados revestimientos en cuero con costuras en rojo en la parte superior del torpedo, el aro del volante –de muy agradable diseño y correcta empuñadura-, la palanca de cambios y la selectora de la caja reductora, material que también se encuentra presente en el tapizado de los asientos. Cuero, climatizador, encendido por botón, detalles soft touch, pantalla táctil, conectividad Android Auto y Apple CarPlay… ¿Alguien podría haberse imaginado que esto llegaría al más rústico de los Jeep?
La ambientación está muy bien lograda y en todo momento se respira esa combinación entre lo moderno y lo retro: la vista desde el parabrisas con el característico capot curvado y los enormes pasarruedas en los extremos junto con la infaltable manija o agarradera frente al puesto del acompañante, son una seña de identidad tradicional e inconfundible.
La habitabilidad en las plazas traseras es amplia y las puertas traseras que pueden abrirse casi a 90º, permiten un fácil acceso. Sólo la altura está un poco limitada por la presencia de la jaula de seguridad donde se ubican los parlantes y que permite desmontar el techo.
Mecánica:
Para este apartado, el Grupo FCA eligió una fórmula más conservadora dentro del amplio abanico del JL que va desde un motor naftero 2.0 turbo hasta un Ecodiésel V6: mantuvo el conocido propulsor naftero V6 Pentastar de 3.5 litros, que desarrolla 280 CV y 353 Nm de torque, acoplado a una caja automática de 8 velocidades. El motivo, según nos explicaron radica sobre todo en su simpleza: requiere nafta común (súper) en lugar de premium como el turbo naftero o el diésel.
Semejante potencia alcanza y sobra para mover con soltura al Wrangler, tanto en ruta como en off road, que es su hábitat natural. Allí el Rubicon hace gala de sus sistemas adicionales, como el SelecTrac, que agrega más funciones de acuerdo al terreno por el que se transite, doble bloqueo de diferencial, barra estabilizadora desconectable y sus excelentes capacidades: 44º de ángulo de ataque, 37º de salida y 28º ventral, junto con una capacidad de vadeo de 76,2 centímetros.
Comportamiento:
La mayor sofisticación y refinamiento del Wrangler JL se nota desde el momento en que nos subimos a bordo, sorprendiéndonos gratamente por la calidad de materiales y equipamiento. Ya en marcha evidencia una mejor insonorización, tanto en lo que tiene que ver con el ruido del viento o de su mecánica y los neumáticos en contacto con el suelo, como también en filtraciones al habitáculo, a pesar de que las puertas y el techo siguen siendo removibles, atributo que se agradece en ruta.
En la pista del Off Road Park, lo primero que hicimos antes de ingresar fue bajar la presión de los neumáticos a unas 25 psi para ampliar la superficie de agarre en la arena. Aunque puede parecer un detalle mínimo, es crucial para que cualquier vehículo pueda traccionar mejor y evitar encajarnos.
La suspensión se la nota más confortable, menos rebotadora, pero sigue siendo igual de eficiente, con un mayor recorrido que le permite ingresar en pozos o dejar una rueda en el aire sin ningún tipo de problemas. Por su parte, el motor con semejante potencia y par, que está muy bien administrada por la caja de cambios, permite trepar cualquier médano o salir indemnes de alguna situación riesgosa.
Tal como nos explicaron los instructores, se sale de la mayoría de las complicaciones que podemos encontrar en el camino a fuerza de acelerador y no con la dirección. Al tratarse de una prueba breve, no pudimos realizar mediciones de prestaciones y consumos, que quedarán para un futuro test drive completo.
En síntesis, cumple con todo lo esperable en un Wrangler y mucho más, tanto dentro como fuera de la ruta, todo con un grado de mayor confort, lo que sin dudas pone en jaque a cualquier SUV que ostente de una vocación más aventurera.
Conclusión:
Es el más civilizado de los Wrangler, pero no por eso menos aventurero. Con el JL podemos salir tranquilamente a la ruta o realizar quehaceres diarios como ir al trabajo o al supermercado con el nivel de confort y de seguridad que encontramos en cualquier SUV, pero a no olvidar que su esencia está en el off road: allí demuestra ser un digno representante de la trayectoria que forjaron sus antecesores. Supera con asombrosa facilidad cualquier obstáculo y si no hay caminos, el Wrangler los hace, abriéndose paso con la potencia y el torque de su motor de 280 CV. Si la situación se complica, basta recurrir a alguna de las funciones de su sistema de tracción: con la baja conectada, el selector de terreno o hasta la posibilidad de desconectar las barras estabilizadoras, el vehículo más representativo de Jeep sale airoso en la arena, barro o piedras.
El mayor obstáculo para acceder a él, sin embargo, es su precio de U$S 101.500 (Rubicon 3 puertas; U$S 107.100 Sahara 5 puertas y U$S 109.200 Rubicon Unlimited 5 puertas), que lo convierten en un producto aún más de nicho. Eso sí, por el momento no tiene ningún rival que pueda hacerle sombra.
Tengo dos vehículos de la marca, una cherokee SPORT y una Renegade no creo hagan falta comentarios sobre la lealtad de ese vehículo, desde 2005 hago off road con la cherokee, he estado en corona del inca, Pircas Negras, Payunia, volcanes Maipo y tromen entre otros, tolar grande, desierto del diablo entre otros y en marzo destino Cabo Virgenes, ls vieja y leal cherokee salió indemne de todas las batallas, que más puedo decir ??. Mis saludos. El correcaminos