Conocido por sus iniciales, CPCA (Campo de Pruebas de Cruz Alta), es uno de los centros de desarrollo más grandes e importantes de la región. Ubicado en las afueras de Indaiatuba (Sao Paulo) fue inaugurado en 1974 y contaba con una sola célula de análisis. Al día de hoy, a 45 años, el complejo posee siete laboratorios donde se verifican desde la puesta a punto de la suspensión de un vehículo o su nivel de emisiones, hasta su rigidez estructural y los diversos componentes electrónicos con los que cuenta. Como parte de la celebración por su aniversario, General Motors anunció una inversión de más de U$S 15 millones para su ampliación.
El centro de Cruz Alta está cumpliendo un rol fundamental de cara a la renovación de la gama de Chevrolet, con la introducción a nivel regional de la plataforma GEM que utilizarán los nuevos Onix, Onix Sedán y Tracker –entre otros productos-, que ya están siendo evaluados allí.
“El Campo de Pruebas de GM ha logrado un nuevo nivel de protagonismo para la compañía debido a los aportes al desarrollo de una nueva familia global de vehículos que está por llegar. El Onix mostró que la ingeniería de la región es una referencia mundial en la concepción de autos compactos de éxito”, destacó Ricardo Fanucchi, director del complejo.
Según el comunicado oficial de la compañía, la inversión tiene como objetivo la incorporación de nuevos equipos para los siete laboratorios, como el de motores y de electro-electrónica, y la construcción de la decimoséptima pista de pruebas. Así, el CPCA ocupará una superficie equivalente a 160.000 canchas de fútbol.
Parte de esta ampliación ya fue realizada, como la Rampa Extendida, recientemente construida. Este sector cuenta con diferentes ángulos de inclinación para simular largas subidas y se utiliza para complementar los parámetros de calibración de sistemas electrónicos.
“Queremos continuar democratizando nuevas tecnologías, como internet vehicular, motores turbinados de alto rendimiento y bajo consumo de combustible, además de equipos electrónicos y hasta los autónomos de seguridad”, afirmó al respecto Fanucchi.
Durante su operación, cientos de mecánicos, ingenieros y conductores de prueba se turnan día y noche en las pruebas de laboratorio y de pistas. De esta manera, en seis meses es posible simular el desgaste que un automóvil sufriría si se lo hiciera circular durante diez años en condiciones normales de tránsito o el equivalente a 160.000 kilómetros.
“Nuestros productos tienen el más alto nivel de desarrollo virtual para ítems estructurales y tecnológicos, sin embargo, el ajuste dinámico del vehículo debe realizarse en condiciones reales por profesionales que sepan aprovechar al máximo el rendimiento dentro de las características de conducción deseadas por el consumidor”, explicó Emerson Fischler, director de ingeniería de GM.
En total, se realizan más de 10.000 pruebas anuales, como las de corrosión, que consumen 90 toneladas de sal gruesa por año. Por su parte, una prueba de desarrollo de neumáticos en el “Black Lake” consume 480 m3 de agua o el equivalente a 48 camiones cisterna –esta agua que se recoge de la lluvia, es tratada y reutilizada–. Más de mil litros de combustible son utilizados por día, y después de pruebas duras, incluyendo las de impacto, los vehículos son analizados minuciosamente para luego ser destruidos. Aproximadamente 300 de ellos tienen el mismo fin cada año.
A pesar de lo que puedan suponer estas cifras en cuanto a impacto ambiental, la sustentabilidad es uno de los pilares del CPCA, por lo que los residuos son reciclados y se llevan a cabo diversas acciones para garantizar la preservación de la flora y la fauna del lugar: sólo en 2018 se plantaron 6.500 nuevos árboles, además, las pistas, laboratorios, oficinas y talleres fueron construidos de manera de no alterar el equilibrio natural. Para evitar accidentes con los animales nativos, se construyeron vallas a lo largo de las pistas, inclusive se preservaron intactos los antiguos caserones del casco de la estancia donde fue erigido el predio.